Antonio Díaz-Araujo: Transformación digital a la chilena
¿No será la oportunidad de hacer un sitio web público básico para poderes o mandatos, que nos traslade del siglo 18 al 21?
¿No parece particular que seamos de los países más digitales de la región, con las instituciones más sólidas y, sin embargo, hoy -en modo pandemia-, funcionamos como si hubiésemos retrocedido décadas?
Algunos ejemplos cotidianos que grafican esta dicotomía. En Chile, nuestro Servicio de Impuestos Internos es capaz de hacernos una declaración de propuesta de renta – el paradigma en impuestos es información total-, donde puedo declarar con un par de clicks, pagar y tener el certificado en línea (liderando hace décadas la carrera digital). En el mismo país puedo crear una empresa en un día; está masificada la cuenta RUT y tenemos un Cédula de Identidad con estándares mundiales.
Pero despertamos en tiempos de pandemia y nos encontramos con largas colas en sucursales bancarias o en farmacias, situación en la que hay que preguntarse cuántos trámites deberían estar automatizados en línea y disponibles para sus clientes. Pero no, requieren mi firma, mi pulgar y la receta retenida. O las notarías, que literalmente parecen centros de salud con la cantidad de personas esperando su número de atención. ¿No será el momento de exigir que se use la firma electrónica avanzada, como mecanismo oficialmente aceptado por todos, e imponerlo en el corto plazo como la forma de interactuar? Solo por mencionar, esto lleva una década disponible. ¿No será la oportunidad de hacer un sitio web público básico para poderes o mandatos, que nos traslade del siglo 18 al 21?
Estamos en pandemia y en una crisis sanitaria/económica de esta envergadura, tenemos a gente que no respeta el confinamiento, que no le interesa el bien común. ¿No sería un buen momento para imponer un control digital? ¿Para qué tenemos pórticos, con cámaras capaces de identificar prácticamente a todos los automóviles que circulan por ellas, si no podemos usar esos datos para imponer infracciones digitales?
¿De verdad necesitamos tener una cuarentena controlada en Angostura por funcionarios públicos, midiendo temperatura a pasajeros de un vehículo y preguntar dónde se dirige, cuando digitalmente podría hacerlo sin intervención humana? Entiendo el dilema del Gran Hermano, del control total del Estado sobre los movimientos de los ciudadanos, de la privacidad y del anonimato, pero el escenario contrario no es equivalente.
Sé que suena trivial, pero es una autocrítica necesaria. ¿Aceptamos el TAG para que nos cobre en tiempos normales, para que nos impida pagar el permiso de circulación si tenemos deudas, pero no para que nos fiscalice, sobre todo a aquellos que se niegan a cumplir con las reglas básicas de vivir en comunidad?
Finalmente, en el extremo, el Gobierno anunció la entrega de cajas básicas (armar rutas y prioridades), algo que Amazon lleva décadas haciendo, pero creemos que lo podemos hacer con éxito en modo urgencia. Esto, en circunstancias que no tenemos direcciones estandarizadas, no hay sistemas municipales y no sabemos quiénes viven en qué hogar. Donde el Gobierno no hace este tipo de logística, se arriesga con este proyecto de distribución de alimentos para los sectores de la población más vulnerable.
¿Es esta la transformación digital que queremos? ¿Qué tal usar en algo el capital humano que hemos construido? ¿Qué tal aplicar, cuando más lo necesitamos, el conocimiento que ya hemos puesto en práctica en parte de nuestros servicios? ¿Si no es ahora, cuándo?
Antonio Díaz-Araujo
Gerente General Unholster